Los cambios motivados por el impacto de las innovaciones tecnológicas han colocado la edición digital en el horizonte de expectativas de renovación no sólo de la Filología sino del ámbito universitario en muchas de sus facetas.
Pretendemos bosquejar –someramente–
qué desarrollo ha tenido esa renovación en la práctica institucional
universitaria en aspectos como la gestión editorial de patrimonio bibliográfico
(digitalización de
fondos propios), la edición científica o la edición filológica de textos.
No hay que descuidar que algunas
circunstancias inciden, probablemente, en el relativo desapego académico por
la tecnología digital: no olvidemos, en este sentido, la frecuente falta
de criterios definidos de valoración académica para los nuevos tipos de edición
o las dificultades de protección de derechos de autor. Frente a éstos, otros
considerandos deberían acelerar en cambio el progreso, en especial la
importancia de las nuevas posibilidades editoriales para la difusión del
patrimonio cultural.
No cabe duda de que debe ser tarea universitaria la
salvaguarda de ese patrimonio lingüístico y literario que está siendo sometido
a menudo en la maraña de la red a tratamientos trivializadores. El abaratamiento de costes,
ventas y almacenaje, y su consiguiente repercusión social, son también factores
que deben tenerse en cuenta como ventajas de las ediciones digitales. Con todo,
un asunto de mayor calado reclama soluciones urgentes: el nuevo desequilibrio
nacido entre los bloques que algunos estudiosos y ensayistas clasifican como
"conectados" o "no conectados".
La tecnología está permitiendo que
la actividad laboral se desarrolle en unas condiciones más óptimas, lo que está
contribuyendo a la disminución de aquellas tareas que requieren un mayor
esfuerzo mental y físico, o riesgo para salud, que son realizadas por robots y
máquinas especializadas, produciéndose un descenso significativo del índice de
accidentalidad laboral. A nivel doméstico, la tecnificación del hogar está
permitiendo, especialmente a la mujer, disponer de tiempo para la realización
de actividades remuneradas, u otras de carácter cultural, recreativas, de
ocio...
La integración en este nuevo modelo
de sociedad, se presenta como un reto a asumir y para el que hay que estar
preparado. El progreso tecnológico, a pesar de contribuir a aumentar el
bienestar y la calidad de vida de los ciudadanos, puede llegar a constituir una
forma de segregación y de diferenciación social, entre los que disponen
habitualmente de mayores medios y posibilidades de adquisición y actualización
de conocimientos, y el resto de la población. Dado que el conocimiento
constituye un requisito indispensable para una plena integración en la sociedad
actual, resulta necesario disponer de recursos suficientes para asimilar los
cambios que se están produciendo en nuestro entorno y aprovechar los avances y
adelantos que nos proporcionan.
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